martes, noviembre 07, 2006

… nada más para venir a verte

(Ahora que reapareces en las runas, igual y también tienes Internet…)



Vinieron a decirme que estas aquí, enfermo, enfermo como un imbécil, tirado en una cama agarrándote a la vida por un tubito que te regala horas a cuentagotas.

Vinieron a decirme que estás aquí, que casi no hablas y que si decidía venir a verte tuviera cuidado porque estas que ni te reconoces entre tanta máquina y tanta sonda, y tanta bata, y tanta mierda, para que tú puedas tirar tu propia mierda, porque ahora, hasta para eso necesitas ayuda.

Y yo no quise venir antes porque estaba seguro (de algún modo lo sigo estando), que de sólo verte, tal vez de tocarte, podría poner la muerte en tus ojos como un antifaz para dormir, ahora sí de a de veras.

¿Y luego qué voy a hacer yo si a ti se te ocurre morirte justo el día en que yo, amablemente vengo a visitarte?

No sabes el tráfico que hay en todas partes y estacionarse es cosa de dos horas, esquivando grúas, parquímetros, policías con silbato y dientes largos… Todo eso para venir a verte, porque a ti se te ocurre estar enfermo y terminar en este hospital que no aparece ni en la “Sección amarilla”.

¿Y luego que voy a hacer yo si tú te pones a morirte justo en el momento en que yo entro al cuarto (340, subiendo, tercer piso, pasillo largo a la derecha) con mi paquete de “Halls” en la mano? (¿Qué esperabas que te trajera? ¿Poesía? ¡No mames!).

La maquinita haciendo ruido, gritando no sé qué de tu ritmo cardiaco. La explosión, los gritos, el llanto, los abrazos… “No se preocupe señora, él ya está descansando”, “estoy con usted para lo que necesite”, “es injusto pero sólo Dios sabe por qué hace las cosas”.

No se te vaya a ocurrir tener el mal gusto de morirte después de que me aventé dos horas en el carro nada más para venir a verte.

Estoy esperando que te levantes a saludarme ¡Arráncate esas cosas! Tú no eres alfiletero de nadie. Ven a la puerta a saludarme ¡no voy a darte un besito en tu cama como si fueras princesa! Te traje “Marlboro lights” (¡fumas como señorita! ¿Qué no había cigarros para hombres en la tienda?).

¡Levántate cabrón! Ven a saludarme. Es viernes. No se te vaya a ocurrir morirte ahorita. Hice dos horas de tráfico nada más para venir a verte.

1 comentario:

Ruy Feben dijo...

Maestro, éste siempre me ha parecido uno de sus mejores textos. Por lo menos a mí, es uno de los que más me llega a las tripas.

Un abrazo.