Escucha el despertador, déjalo sonar cinco minutos más. Prepara el baño, sonríe feliz con el agua tibia. Piensa en la calle, combina tu ropa, no olvides tu credencial, tu pluma, tu boleto, tus llaves, tu paraguas.
Sal a la calle a reclamar lo que es tuyo. No te preocupes, abróchate el cinturón, piensa en las bolsas de aire. No mires a nadie, no vaya a ser que te distraigas, que se te haga tarde.
Tienes poder, la gente te respeta (no importa que seas calvo, nadie se atrevería a reír). Firma documentos, asiste a la junta, ponte al día en el tipo de cambio. No fumes, es malo… Pídelo descafeinado, bromea un poco pero nunca demasiado.
Usa tu fuerza, hay que aplastar a la gente de vez en cuando, qué más da, es “tu trabajo”. Tómalo todo, no vaya a ser que mañana no tengas nada. Contrata, sonríe, discute, precede, asiste, comenta, interroga, piensa, argumenta, respira, suda, manotea, discurre, condesciende, pelea.
No te detengas, no hay otra manera. Desvístete, desvístela... no te preocupes le puede pasar a cualquiera (ella tampoco se atrevería a reír), es culpa del estrés o de la comida rápida…
No te disculpes, nada ha pasado. Déjalo sonar cinco minutos más. “Levántate y anda”: toma la pluma, firma el papel y despídela.
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