miércoles, enero 31, 2007

Receta para preparar un ejército de idiotas

Tome usted un idiota (si no tiene uno a mano no dude en llamarme; datos personales adjuntos a la presente nota), siéntelo en una silla frente a usted y dedíquese a confundirlo de manera implacable: déle órdenes que se contradigan entre sí, léale íntegro el Manual de Carreño y las reglas de la más rigurosa etiqueta, hágale recitar los apartados más oscuros del Código civil y los pasajes más largos de Ética para Amador. Tortúrelo dejándole horas y horas frente al televisor (escoja de preferencia canales como: The weather channel y programas como: Saturday night live, Con todo y La vida de los grandes escritores del siglo XX). Súbalo a un automóvil “compacto” (Tsuru o Pointer, por ejemplo) sin aire acondicionado y mándelo a la entrada del Distribuidor vial un viernes a las 6 de la tarde.

Repita esta rutina los días o semanas que usted considere necesario, pasado este tiempo será usted dueño de un idiota frenético, alcohólico y vengativo, es decir, un idiota en su punto…

Llegamos ahora a la parte más delicada de la receta pero no se asuste, si sigue las instrucciones al pie de la letra el fracaso es casi imposible. Coloque frente a su idiota a una mujer cuyo escote le recuerde que el mundo es mundo (si no cuenta con una mujer así es asunto suyo) y observe con atención: mire cómo su idiota, tembloroso y al borde del colapso, comienza a domesticarse como Cocker de viejita, fíjese cómo su idiota sucumbe ante las formas y los fondos del escote.

Ahora ya cuenta usted con un idiota frenético, alcohólico, confundido, vengativo y, lo más importante de todo: sometido. El espectáculo no puede ser mejor…

Repita usted ésta operación con tantos idiotas como considere pertinente; al cabo de unos años, se habrá hecho usted de un ejercito de tarados autómatas que han perdido la lucha antes de comenzarla (hay quien les llama “abogados”, es igual, póngales el nombre que usted guste).

Y ahora el platillo está terminado, disfrútelo frío (como la venganza) y goce con las horas de entretenimiento y sobremesa que su creación gastronómica puede proporcionarle.

¿Es lindo ser Dios verdad?

1 comentario:

Anónimo dijo...

FANTÁSTICO!!!