Ha dejado de ser un tema recurrente, tiene tanto tiempo que no lo veo que casi no lo reconozco… él tampoco parece recordarme del todo, sentado sobre la cajetilla de cigarros se mira las manos y comienza a hacer figuras con la sombra de la lámpara.
-Mira, es uno de esos peces que parecen caballos ¿ya sabes cuáles?- Dice sin levantar la mirada del fondo blanco del escritorio.
-¿Buélco?- Pregunto con bastante precaución.
- Prefiero que me llame por mi nombre científico, si no le molesta- Contesta mientras se sostiene sobre la mano derecha y comienza a dar de brincos rodeando el porta retratos.
-Perdón- Digo con tono solemne para seguirle el juego. -¿Sería tan amable de recordarme su nombre?-
-El término correcto es: “Andriosno pasacari”. Pertenezco a la familia de los Ominopoides cuya descripción puede consultar en la enciclopedia británica, por suerte recuerdo brevemente la cita: “Ominopoide”: Sujeto carente de piernas que cuenta con una aguda y envidiable inteligencia; su estatura promedio oscila entre los 20 y los 25 cm, su principal ocupación es la de botánico, aunque cuenta también con grandes capacidades para la astrología y la física cuántica. Se alimenta principalmente de almendras frescas- Dice Buélco casi a gritos y llevándose una mano al pecho como si estuviera recitando un poema de Juan de Dios Peza. –Y ya que hemos llegado de manera azarosa al tema de las almendras, no puedo evitar notar que no cuenta usted con ninguna a la mano- Dice y se estira un poco revisando el escritorio.
-Debido a lo inesperado de su visita no puedo ofrecerle ninguna almendra por ahora pero tengo un cacahuate japonés que lleva como un año en el cenicero, si no le molesta puede tomarlo- Le contesto divertido y enciendo el último cigarro que me queda.
- Me deja profundamente consternado su falta de familiaridad con el protocolo en cuestión- Dice Buélco quien toma con una mano el cacahuate (o lo que alguna vez fue uno), y lo parte a la mitad con un golpe certero y perfecto.
-¿Y cómo estás?- Le pregunto.
- Bien… con algunos problemas financieros y ciertos asuntos delicados con la próstata. Es triste ponerse viejo ¿no?- Dice con la boca llena y meciéndose con los brazos como si estuviera sentado en un columpio. Yo mientras lo reviso con aire paternal; la verdad es que sí lo veo un poco acabado…
-Sí, cuando los Buélcos comienzan a quejarse de sus achaques no deberían volver a dar la cara nunca- Le digo tratando de hacerle un poco de espacio, el escritorio está hecho una verdadera ruina.
-No regresé por gusto sino por lástima, últimamente tu falta de inventiva da asco, cada vez escribes peor, vas a terminar haciendo reseñas en Tiempo Libre o inventándote un manifiesto de “vanguardia”… Y no es que me importe demasiado pero soy magnánimo por naturaleza, así que vine a hacerte el enorme favor de dictarte mi biografía autorizada, oficial y definitiva- Dice Buélco y se acerca a mi mano con gesto ecuánime y sospechoso.
-Para mí sería un honor- Le digo y apago de un golpe el cigarro en el cenicero. –Pero vamos a tener que dejarlo para mañana, ya van a dar las tres y además se me terminaron los Marlboro-
-¡Callate y ve por el cuaderno!- Ordena Buélco y se lleva una mano a la frente como si fuera una gitana frente al tarot -Llama a mi secretaria y cancela todas mis citas para mañana-
-¿A tu secretaria?- Le pregunto incrédulo.
-Capítulo uno- Dice Buélco aclarando la voz y cerrando los ojos –La increíble narración de cómo llegué a ser embajador de los Países Bajos e inicié un levantamiento armado en Nicaragua… ¡Apunta que no tenemos toda noche!-